jueves, 31 de diciembre de 2015

Los Arakkoa: "Reinamos en los cielos, gloria al Dios Cuervo"

Hace incontables siglos un pueblo de metal regía los cielos de Draenor, aquellos seres designados por forjadores celestiales eran conocidos como los Apexis.
Nos encontrábamos en la Era del Orden. Todo era perfecto.
Algo oscuro corrompió a los Apexis y los redujo a carne, obligándoles a morir como el resto de mortales. Su hegemonía sobre el mundo cayó y al final quedaron recluidos a lo que llamaron Arak. Ellos serían llamados Arakkoa.

Mientras en el mundo reinaba el caos, los Arakkoa prosperaron en sus cumbres y espirales. Gobernaron desde los cielos y enfrentaron todos aquellos que creyeron inferiores. Allí encontraron un enemigo, voraz, salvaje y predador se ocultaba en la espesura y cazaba a los suyos cuando descendían, eran los sablerón.
Fue entonces cuando el campeón de campeones y general de los Arakkoa, el Rey Garra, bajo hasta la sucia tierra desde los puros cielos y dio caza a los enemigos de su pueblo. El más grande que ha existido y existirá, Terokk.

Durante largos años el comandante se ganó el respeto y admiración de su pueblo, pero aquella gloria y vanagloria solamente podía traer otra cosa, envidia. Los Sabios veían en él una autoridad que les ponía en peligro, alguien al que muchos ya llamaban "Avatar de Rukhmar". No podían tolerarlo.
Traicionaron a Terokk y lo arrojaron desde las más altas cumbres hacia la nada, a él y a sus más leales. Pero al final del descenso no había duro suelo ni descanso, estaban las fosas de Sethe.
Los yermos sangrientos del Dios de la Muerte transformaron y retorcieron a los arakkoa en un ser encorvado y desdichado, un reflejo oscuro y caricaturizado de su gloria. Muchos allí encontraron la locura del dolor y la desesperación, pero Terokk oyó una llamada, la llamada del Padre Cuervo, Anzu.

Con la serenidad de su graznido Terokk y sus seguidores abrazaron la sombra para no caer en la oscuridad. Pero incluso allí, en la penumbra, el eco de la Serpiente Emplumada aún retumbaba y acabó con la cordura del Rey Garra.
Sus propios seguidores le encerraron en el Mundo de las Sombras, de donde no podría salir hasta que pudieran darle la paz y descanso que merecía.

Adeptos de Rukhmar: Liderados por el sumo sacerdocio de la Diosa Solar, los adeptos son los últimos arakkoa puros. Controlan el Trecho Celestial, una región que había estado separada de Draenor hasta la restauración. No parecen ser pacíficos ni querer negociar, sea Shattari o Illidari, mucho menos la Legión de Hierro. Controlan la tecnología Apexis y una poderosa arma solar que ya han empezado a utilizar indiscriminadamente contra la población en tierra. Viryx es la Sabia más anciana y poderosa.

Adeptos de Terokk: Hace mucho tiempo adoraron a Anzu y su consorte, dedicándose en cuerpo y alma a huir del dolor de su maldición en el tierno abrazo de una sombra serena y calma. Desafortunadamente, la mancha de Sethe es intensa y su locura siempre llama, llevándose cada vez más de ellos a un abismo sin retorno. Iskar, el Sabio Sombrío, se ha obsesionado con encontrar una respuesta a su condición a cualquier precio, volviéndose tan autoritario y peligroso como ya lo hizo Terokk.

Los Skettis: Los Exiliados son una facción exiliada de los terokkis, aún adoran a los dioses cuervo de forma tradicional y han alcanzado la paz interior, con disciplina y meditación constante. Actualmente viven en Sombraluna liderados por Reshad, un estudioso del legado de su raza que acepta son ironía su destino. Algunos arakkoa incorruptos parecen interesados en unirse a ellos, pues sus Sabios son fanáticos peligrosos.

Los Sethekk: Adoradores del violento dios draédrico de la sangre y la muerte. Es el artífice de la mutación de los arakkoa, pero ellos han abrazado esa penuria como una bendición y se han entregado a las artes más oscuras y sangrientas. Ikiss, antiguo seguidor de Iskar, se ha convertido en su lider y se ha proclamado Rey Garra, además de reencarnación de Terokk.

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